La luz de los faros del coche que pasaba giraba alrededor de las paredes de mi habitación y mis ojos se abrieron de par en par.
¿Quién conducía por nuestro callejón sin salida por la noche? ¿Nos iban a robar? ¿Le prenderían fuego a nuestra casa?
El miedo se apoderó de mi joven corazón mientras conclusiones irracionales inundaban mi mente. No esperé mucho para deslizarme de la cama y bajar corriendo en busca de consuelo.
Me paré en el descanso de la escalera, miré a mamá y papá en el sofá, y rápidamente les conté lo que había visto.
Después de hablarme cuidadosamente acerca de mis miedos y orar conmigo, papá me acompañó a mi habitación, me cantó en voz baja y volvió a bajar las escaleras.
Momentos como este han sido significativos para moldear la forma en que interactúo con el Señor. Mis padres hicieron más que enseñarme a caminar como creyente y honrar a Cristo en todas las cosas; ellos me mostraron cómo hacerlo.
Aquí hay cinco hábitos que mis padres incorporaron durante mi infancia y que han tenido una influencia especial en mi vida espiritual.
- Me enseñaron a cantar himnos.
Con dos chicas en ballet durante más de 10 años, pueden imaginarse cuántos moños de pelo se hicieron en mi casa. Mamá era la “maestra de moños” cuando éramos jóvenes, y durante esos momentos frente al espejo, ella nos enseñaba a mi hermana menor y a mí a cantar himnos … ¡ a tres voces en armonía!
Estas no eran simplemente lecciones de música. Las lecciones teológicas integradas en estos himnos se han mantenido conmigo hasta hoy. Letras como “Él esconde mi vida en las profundidades de su amor, y me cubre allí con su mano” y “Bendita seguridad, Jesús es mío, oh, qué anticipo de la gloria divina” están marcadas en mi corazón, para ser recordadas en cualquier momento.
Las palabras de verdad que canto mental y audiblemente tienen el poder de recalibrar mi pensamiento y mis emociones sobre lo que es agradable al Señor. Muchas mañanas de mal humor han sido reanimadas por un viejo himno o dos. Cuando canto las canciones espirituales que me enseñaron, ellas me señalan a Dios.
- Me mostraron cómo leían las Escrituras.
Cada mañana, durante mi infancia, mi madre se sentaba en los escalones del porche delantero para pasar un tiempo tranquilo con Dios. La veía salir con su Biblia y su libro devocional bajo el brazo, ansiosa por sumergirse en ellos. De manera similar, crecí viendo a mi padre leer su Biblia de cuero en su silla de cuero por las noches, y antes de ir a la iglesia los domingos. Ambos tenían hambre de la Palabra de Dios. Ambos la veían como su máxima autoridad. Desde que era joven, he observado a mis padres poner la lectura de las Escrituras en el primer lugar de su lista de prioridades debido a un anhelo de guía y santidad.
Así que mi hambre personal por la lectura consistente de las Escrituras comenzó observando a mis padres. Ahora, cuando voy a la casa a visitarlos, a menudo me siento afuera con mi propia Biblia y mi mamá y yo compartimos las verdades que hemos descubierto. ¡Qué bendición compartir esto en familia!
- Me enseñaron a orar.
Descubrí hace años que todas las mañanas, cuando mi papá se dirige al trabajo, ora por cada una de sus hijas cuando pasa por nuestras habitaciones. Él eleva cada una de nuestras necesidades a nuestro Padre quien con gusto escucha. Mi madre hace lo mismo durante sus “momentos de tranquilidad” con Dios. No sólo oran por nuestros días, sino para que mi hermana y yo sirvamos y amemos al Señor en todo lo que hagamos.
Mi vida personal de oración ha sido significativamente moldeada al presenciar la de ellos. Me han mostrado que nada es demasiado grande o demasiado pequeño para hablar con Dios. Como Pablo nos dice en Filipenses 4: 6, “en todo por medio de la oración y la súplica con acción de gracias” es que las peticiones deben darse a conocer a Dios. Nada debe quedar por fuera.
Incluso ahora, se me salen las lágrimas al pensar en la cantidad de oración que mis padres han invertido en mi familia.
- Me mostraron cómo servir a los demás.
Cuando un amigao la necesita, mi mamá está allí en un instante. Si ella necesita la ayuda de mi papá, él sacrifica sus necesidades por las de ella. Juntos como pareja, mis padres sirven a los que están sufriendo. No tienen miedo de arrastrarse a través de los líos o problemaspor el desorden de la vida juntos. No tienen miedo de sacrificar su comodidad;, sino que colocan a los demás antes que a ellos mismos.
Ellos han ejemplificado, “Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Mateo 22:39) y “No busque cada uno su propio interés, sino cada cual también el de los demás” (Filipenses 2: 4).
Vivir con quienes practican lo que enseñan me ha enseñado a vivir para otros.
- Me enseñaron a morar en lo bueno, lo verdadero y lo amable.
Como lo mencioné, yo era una niña temerosa. Esas muchas noches en las que bajé las escaleras con terror, mi papá escuchaba constantemente mientras yo expresaba mis temores. Lo más importante es que luego guiaba suavemente mi mente hacia lo que es verdadero. Él abordaba tanto la verdad de mi situación como la verdad acerca de Dios.
En una noche específica, recuerdo haber venido a mi madre por la misma razón. Ella me dijo que me detuviera a pensar, o que morara en cosas buenas y amables. Ella estaba citando indirectamente a Filipenses 4: 8 que dice: “Por lo demás, hermanos, lo que es verdadero … lo que es amable … si hay algo digno de alabanza, piensen en ello”.
Estos primeros recordatorios para que more en lo que es bueno, verdadero y amable hicieron una marca significativa en mis patrones de pensamiento. Pensar de esta manera no ha bloqueado las duras realidades del mundo, sino que ha ofrecido un lente de verdad a través del cual verlas. Debido a que mis padres se han comprometido a hablar y vivir lo que es verdadero y amable, mi vida mental se ha transformado.
Nunca pensé que aprender canciones, ver a mis padres leer o pensar en cosas hermosas cambiaría mi vida, pero lo han hecho. Mis interacciones con Dios de día en día no se verían iguales si no hubier vivido con padres que demostraron vidas espiritualmente sanas . Este es mi homenaje. Siempre estaré agradecida y espero hacer lo mismo con mi propia familia algún día.
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