Se dice que “los hijos son el corazón de los padres viviendo afuera del cuerpo”. Siendo ese el caso, durante casi un año mi corazón fue trasplantado al extranjero.
Hace unos pocos años, nuestro hijo Benjamín vino a Bárbara y a mí, y nos dijo que creía que Dios lo estaba llamando a posponer su último año de universidad para viajar a Estonia, como parte de un equipo de Cruzada Estudiantil para Cristo (CRU por sus siglas en inglés). Nuestro primer pensamiento fue: “¿Y (en algunos ámbitos evangélicos el “Por Dios” sería tomar Su nombre en vano..) dónde queda Estonia?”. Una milésima de segundo después, la realidad de su compromiso centelleó a través de nuestras mentes: ¿Un año? ¡Es mucho tiempo! Estábamos emocionados por Benjamín, pero tristes por nosotros.
Entonces, el 15 de agosto de 1997, nos reunimos en el aeropuerto de Little Rock para orar por él, y decirle adiós. Ese estrecho abrazo familiar derramó tantas lágrimas que se volvió un charco familiar.
En el Salmo 127:4 se compara a los niños con “flechas en manos del guerrero”. Las flechas no están diseñadas para permanecer en la aljaba. Las flechas han sido creadas para volar hacia el objetivo de Dios: para la batalla. D esde el momento en que los traes a casa desde el hospital, esas pequeñas flechas deben ser conformadas, afiladas y afinadas para el propósito establecido por Dios.
Cada guerrero experimentado puede contarte cuánto dolor hay al lanzar una flecha. En el momento en que el arquero deja ir una flecha, su antebrazo izquierdo puede ser golpeado dolorosamente con el golpe de la cuerda. Lo mismo sucede con el corazón de un padre o de una madre. Mientras “la flecha” disfruta del viaje, el corazón de un padre siente el dolor que produce el dejar ir.
Dejar ir es además aterrador. ¿Van a volar derecho? ¿Se van desviar del curso? ¿Van a caer antes de llegar al destino establecido por Dios para sus vidas?
Nunca lo sabrás, si no los dejas ir. Pero nunca crecerán si los mantienes sanos y salvos en tu aljaba, lejos del campo de batalla.
Algunos problemas con su visa hicieron que Benjamín volviera de Estonia en junio, dos meses antes de lo planeado, lo que en todo caso no aminoró su aventura. Pero dejaré que él les cuente acerca de eso. He aquí una breve descripción de su tiempo en Estonia:
Recuerdo aquel día en que contemplé alrededor mío esos edificios de hormigón de una losa aburrida, y me maravillé de que, ¡ahora estaba viviendo con cerca de 50.000 estonios y rusos! Estaba mirando mi nuevo hogar. A nuestro proyecto de vivienda en Tallin con cariño lo llamé “El Gueto”, pero en realidad era uno de los lugares más hermosos para vivir. (¡Cerca de 250.000 vivían en otro proyecto de vivienda en Tallin, la capital de Estonia!)
Aun cuando mis alrededores se volvieron repentinos y vastamente diferentes, mi vida y mi misión siguieron siendo las mismas que en los tres años previos en la Universidad de Arkansas. Estaba siguiendo a Dios y sirviendo a los estudiantes universitarios.
En Estonia, sin embargo, muchos corazones estaban espiritualmente muertos. Luego de siglos bajo el dominio de distintas naciones, incluyendo la antigua Unión Soviética, ellos ven a Dios simplemente como otra forma de opresión.
Los hombres están ausentes de las iglesias a través de todo el país. Muchos son adictos a la pornografía (que se vende abiertamente en todas partes) y el alcoholismo es también un problema común. El índice de divorcio excede el 80%, el índice de natalidad es tan bajo que la población está disminuyendo, y el país tiene uno de los índices más altos de suicidio en el mundo.
Las mil fotos que tomé durante el curso de ese año son una prueba de que, ¡no fue sin novedades ni aburrido! El punto máximo fue la Conferencia de Estudiantes Bálticos. Asistieron cerca de 180 estudiantes de cuatro países, y de esos, por lo menos 125 eran no cristianos. Pasamos días diseñando la conferencia para hacerla amigable pero audaz para los no creyentes. Después de hacer sketches con base en videos de “Mr. Bean” y disparar cañones de patatas en la playa, hasta escuchar en tres ocasiones el evangelio presentado completamente, lo logramos. Cuatro estudiantes de Estonia, por ejemplo, expresaron su decisión de seguir a Cristo y aún están caminando con Él hasta el día de hoy.
En parte, la conferencia también fue un punto máximo para mí, porque yo era el maestro de ceremonias. Nunca antes me había parado frente a tantas nacionalidades. ¡Cada palabra que hablaba era traducida a cuatro idiomas distintos!
Crecí mucho durante mi tiempo en Estonia. Sí, ir a la universidad fue un gran paso para mí, pero este fue un salto gigante en términos de responsabilidad y crecimiento espiritual. Encontré que, como nunca antes, aprendí más y crecí más en mi relación con Cristo.
Muchas de estas lecciones acerca de Cristo que había aprendido con mi mamá, con mi papá, en la iglesia y en mi estudio personal, ahora fueron forzadas a la práctica. Muchas cosas que sabía sobre Dios repentinamente se volvieron reales , en una forma totalmente distinta; el conocimiento intelectual se volvió una realidad experimental.
Por ejemplo, yo podría haberles dicho que creía totalmente que Dios era un gran Dios y un Dios del mundo. Pero hasta que fui a vivir al otro lado del océano, orando y adorando con rusos y estonios, nunca me había dado cuenta de lo que aquello significaba. Fue realmente espectacular y abrió mis ojos. Dios de verdad arrancó muchas de mis ideas tontas y poco entusiastas acerca de Él, y abrió mis ojos frente a la profundidad de las riquezas que se hallan en Él. ¡Qué descubrimiento!
Mi año en otro continente fue una experiencia única y distinta. ¡No la cambiaría por nada en el mundo y lo haría nuevamente!
Es mi esperanza que la historia de Benjamín te anime mientras modelas a tus hijos como flechas listas para ser usadas por Dios. En algún punto, vas a tener que dejar ir a tus flechas y confiar en el plan de Dios para sus vidas, sin importar a dónde los lleve ese plan.
Recientemente, he estado pensando que nuestra mayor contribución a la causa de Cristo podemos realizarla a través de nuestros hijos. Ellos serán los mensajeros que lleven el evangelio a la próxima generación. ¡Que el favor de Dios sea sobre ti!
¡Aleluya! Dichoso el hombre que honra al Señor y se deleita obedeciendo sus mandatos. Sus hijos tendrán poder en la tierra, y serán bendecidos por su rectitud. (Salmo 112:1-2)
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