En tiempos difíciles, uno de los mayores desafíos que enfrentan los padres es saber cómo transferir su fe a sus hijos. Como hemos aprendido lo difícil que puede ser la vida, queremos que nuestros hijos sepan cómo depender de Cristo como su Roca, ya sea en el campo de batalla del patio de la escuela o en un campo de batalla real algún día en cualquieruier lugar del mundo. Pero ¿cómo?
Hace varios años leí la historia de una familia que vivía una vida cómoda y pacífica en una comunidad feliz. Los eventos nacionales inesperados en su país cambiaron todo para estos padres y sus dos hijas de 11 y 8 años.
En los meses previos al comienzo de la Primera Guerra Mundial, la vida cambió dramáticamente para Elizabeth, de 11 años, y su familia armenia que vivía en Turquía, la tierra de sus antepasados. Criada por padres que seguían a Cristo y enseñaban las verdades de las Escrituras, el mundo de Elizabeth comenzó a desplomarse en abril de 1915 cuando su padre fue arrestado y golpeado por soldados turcos, quienes lo acusaron de crímenes que él no había cometido.
Se le ofreció protección si renunciaba a Cristo y le daba su lealtad a Mahoma, pero él se negó. Después de ser arrestado por segunda vez, Elizabeth lo buscó y lo encontró muy golpeado. De rodillas, con el rostro cerca al de él, lo escuchó decir: “Nunca abandones a Cristo, no importa cuánto sufrimiento pueda venir. Cristo murió por nosotros. Podemos ser igual de valientes en su nombre”.
Esa fue la última vez que Elizabeth vio a su padre. Huyó con su madre y su hermana a otra ciudad, donde encontraron trabajo como sirvientas.
“Mi propio tiempo ha llegado”
Los empleadores de Elizabeth comenzaron a presionarla para que negara a Cristo, pero su madre le dijo: “Recuerda el ejemplo de tu padre”. Luego su madre admitió: “Mi tiempo también ha llegado para enfrentar esa pregunta. Me dijeron hoy que todos los adultos armenios deben reconocer a Mahoma o ser exiliados”. Ella comenzó a llorar y continuó: “No puedo renunciar a Cristo, no importa lo mucho que ustedes, chicas, me necesiten. No puedo renunciar a Él. Sé que Él cuidará de ustedes dos”.
Al día siguiente se llevaron a su madre, junto con cientos de otros armenios. Elizabeth y su hermana ahora eran huérfanas.
¿Te imaginas el dolor que sintieron los padres de Elizabeth cuando hablaron con ella por última vez? Querían desesperadamente protegerla a ella y a su hermana, querían evitar que sufrieran. Pero sabían que no podían renunciar a su Salvador. Así que hicieron lo mejor que pudieron hacer: pusieron a sus hijas en las manos de Jesús. Por fe.
Dios rescató a las dos niñas y las mantuvo a salvo hasta el final de la guerra, y emigraron a los Estados Unidos.
¿Podría confiar en Dios?
La primera vez que leí esta historia, todos mis hijos estaban seguros en mi nido. Me pregunté si tendría la fe para actuar como lo hicieron estos padres. ¿Podría confiar en que Dios cuidaría de mis hijos si Él me llevara a mí o a Dennis y a mí al cielo? ¿Creía yo que Su soberanía y bondad serían inmutables si Él les permitiera pasar por algo dañino o doloroso?
Lo que la mayoría de nosotros enfrentamos hoy no se compara con la inestabilidad en Turquía hace cien años. Pero la respuesta sigue siendo la misma: Jesucristo todavía está en su trono, y aún se puede confiar en Él para que cuide de nosotros sin importar cómo se vea la situación. Eso es lo que necesitamos enseñar a nuestros hijos para que puedan poner su fe en Cristo y confiar en Él en todo.
Si nuestros hijos son ansiosos y temerosos, es probable que lo aprendieron de nosotros. Y si queremos que estén llenos de fe, eso también tienen que aprenderlo de nosotros.
Así que esta es la pregunta para las mamás y los papás. ¿Realmente crees que Dios es lo suficientemente grande?
Los seguidores de Cristo hoy están en la misma Roca en la que los creyentes han confiado durante más de 2.000 años. No importa lo que esté sucediendo en el mundo, esa Roca es Jesucristo.
Enseñando a tus hijos
Entonces, ¿cómo les transmites esta verdad a tus hijos, para que confíen en esta misma base sólida a medida que crecen hasta la edad adulta?
Deuteronomio 6: 4-9 fue una fuente consistente de orientación para Dennis y para mí cuando criamos a nuestros hijos. Comienza con una declaración que luego Jesús identificó como el “mandamiento más grande”: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma y con todas tus fuerzas”. Esto es lo que necesitas para enseñar a tus hijos y debe ser una forma de vida; no algo que tú restrinjas a la escuela dominical o a los devocionales familiares.
La Palabra de Dios debe estar “en tu corazón”; que sea, algo s tan importante para tu existencia que no puedaes evitar hablar de ello a tus hijos. En las circunstancias diarias de la vida, encontrarás muchas oportunidades para contarles a tus hijos acerca de Dios, acerca de Su Hijo Jesucristo y sobre lo que Él hizo por nosotros.
Dirigirlos a Cristo
A medida que crecen, inicia conversaciones con tus hijos cuando se encuentren con los problemas normales que enfrentan los niños en la vida: dificultades en la escuela, con amigos, con adultos injustos, con burlones. Estos son buenos momentos para dirigirlos a Cristo y enseñarles cómo confiar en Dios. Ellos van a encontrarse con problemas, y si no les enseñas cómo manejarlos, los estás preparando para una gran decepción.
Permite que tus hijos expresen lo que sienten y experimentan. La familia necesita ser un lugar seguro para expresar sus temores y decepciones. Esos son magníficos momentos para que los ames, los afirmes y les ayudes a tomar decisiones sabias. En tiempos de inestabilidad cultural, puedes actuar como un “comentarista espiritual”, hablando sobre los problemas actuales y ayudándolos a verlos dentro de una perspectiva bíblica.
Creo que ese es nuestro llamado como padres:, modelar una fe que sea auténtica, fuerte y arraigada en la Roca, y eso es lo que nuestros hijos notarán. Debemos recordar modelar eso en lo que decimos y lo que hacemos, porque nuestros niños están atentos.
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