- El sueño puede ser más importante de lo que piensas. Recuerda que Dios lo hizo. Duerme un poco.
- Fija mentalmente en el reloj un momento en el que dejarás de trabajar y harás algo que te reponga. Si necesitas ayuda al respecto, cuéntale a alguien en el hogar y pídele que te conmine a hacerlo.
- Ora sobre cada actividad a la que te gustaría decir “sí”. Pídele al Señor que revele tus motivaciones para un “sí”, y ora sobre si Él te quiere que digas “sí” también. Asegúrate de que tu esposo piense lo mismo y, de ser apropiado, invita la opinión de tus hijos.
- Fija una meta para pasar cierta cantidad de tiempo jugando, abrazando y/o simplemente disfrutando a tus niños cada semana o cada día. Habrán otros momentos para continuar con tus actividades, pero su niñez es sólo ahora.
- Di amablemente “no”.
- Aparta un día a la semana o al mes para “ayunar” de la tecnología. Pregúntate si realmente necesitas estar tan accesible.
- Conversa con tu esposo establecer límites razonables para las actividades de los niños y los efectos que esas decisiones tendrán a corto y a largo plazo. Consideren seriamente la relación costo-beneficio y oren juntos con los corazones abiertos acerca de sus agendas y calendarios.
- Pide ayuda cuando la necesites.
- Intercambia el cuidado de los niños por un día con un amiga. Considera dedicar una parte del día como un retiro espiritual y la otra parte para hacer algo que realmente disfrutas.
- Establece fechas frecuentes para salir con tu esposo.
- Si lo “bueno” es enemigo de lo “mejor,” decide lo que dejarás de lado (por ejemplo, el cesto del lavado) por algo más importante (ese juego de Damas Inglesas que tus hijos han estado pidiendo insistentemente o una conversación a una amiga).
- ¿Qué proyectos están a la espera que te darían inmenso alivio si se cumplen? ¿Qué amiga estaría dispuesta a facilitarte (o intercambiar) sus talentos en organizar, en habilidades artísticas o en cuidar niños para ayudarte a ponerte al día?
- Di amablemente “no”.
- Tomate un baño. Come algo que realmente te gusta, o disfruta de un equivalente que te hace que hace sentir calmada; saborea la bondad de Dios ahora, y recuerda Su suficiencia para proveer lo que sea necesario.
- Lee con calma el libro de Ann Voskamp, Un millar de obsequios: El desafío de vivir plenamente dondequiera que te encuentres (One Thousand Gifts: A Dare to Live Fully Right Where You Are).
- Analiza si en tu agenda tienes suficiente espacio relacional para disfrutar a tus amigos, a tu familia extendida, a tus niños, a tu matrimonio y a tu caminar con Dios.
- Descansa un día a la semana. Si te ayuda, traza unas directrices personales de lo que no vas a hacer ese día (vaciar la lavaloza, cocinar, contestar el correo electrónico … lo que funcione para ti).
- Cuando sientas que tu estrés aumenta a causa de tu lista de quehaceres, toma unos 5 o 10 minutos y “entra en tu cuarto, cierra la puerta y ora a tu Padre, que está en lo secreto” (Mateo 6:6).
- Confía en que Dios proveerá a otras personas para hacer algunas de las cosas que hay que hacer.
- Considera los efectos inmediatos y lejanos que tu agenda tiene sobre tus hijos. Cuando ellos recuerden su niñez, ¿qué van a recordar? ¿Qué identificarán como lo más valorado en tu hogar?
- Memoriza y medita en versículos como Salmos 23, 127:2; Mateo 6:31-34; Efesios 2:10 y Santiago 3:13-18.
- Piensa en las cosas que haces para relajarte … y si realmente te relajan. ¿Sabes qué es lo que te rejuvenece?
- Di amablemente “no”.
- Crea espacios de silencio y descanso en tu vida. Apaga el televisor, la música, el computador, tu teléfono. Usa ese tiempo simplemente, calladamente estar con Dios.
- Pídele a Dios que te ayude a escucharlo a Él. Luego practicalo, practicalo, practicalo.
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